La pandemia del covid-19 ha sacudido el mundo y ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestra sociedad y de nuestros sistemas de vida. Pero también ha proporcionado una oportunidad para reflexionar y reimaginar cómo queremos vivir en el futuro. La arquitectura utópica, siempre una fuente de inspiración y esperanza, ha sido particularmente relevante en este momento.
El covid ha puesto de manifiesto la necesidad de reevaluar nuestras utopías y adaptarlas a un mundo cambiante. ¿Cómo podemos crear edificios y ciudades más saludables y sostenibles? ¿Cómo podemos garantizar la seguridad y la higiene en nuestros espacios de trabajo y vivienda sin sacrificar la comodidad y la belleza? ¿Cómo podemos construir un mundo más inclusivo y equitativo?
La ciudad cerrada con cúpula de cristal es una de las distopías más repetidas. Es una idea que ha sido recurrente en el pensamiento utópico desde la Edad Media, cuando se concebía la ciudad ideal como un lugar protegido de los peligros exteriores por medio de murallas. A lo largo de la historia, muchos han sido los arquitectos que han imaginado utopías urbanas similares, desde Le Corbusier y su "Ville Radieuse" hasta Paolo Soleri y su "Arcosanti".
En todos estos casos, la ciudad cerrada y autosuficiente se presenta como una utopía que busca resolver los problemas de la ciudad actual mediante la tecnología y la arquitectura. Sin embargo, llevan consigo el control y la limitación la libertad individual.
Las cuestiones que hemos tenido sobre la mesa estos años son complejas y no existen respuestas sencillas. Pero la arquitectura utópica, con su capacidad para soñar y imaginar un futuro mejor, puede proporcionar una guía para encontrar soluciones creativas y sostenibles. En un mundo cambiante y incierto, esta puede ser un faro de esperanza y un recordatorio de que, a pesar de todos los desafíos, siempre es posible construir un mundo más justo y habitable.